En una empresa o institución, la redacción como proceso de comunicación es tomada
siempre como una fortaleza, como un rasgo positivo, al mismo nivel de
valoración que un promedio académico, experiencia laboral, etc., ya que es
sinónimo de forma de vincularse con empleadores o clientes. Es un acto
psicológico, social, creativo.
La habilidad para redactar no se aprende por “ósmosis”, ni es
correcto suponerla como una destreza que viene de familia, ni tampoco nadie
escribe lo suficiente como para aprender a redactar por tanteo y error, si bien
la agiliza. Si vamos hacia el terreno de las idealizaciones, la redacción como
herramienta del “éxito” laboral debería enseñarse a través de una enseñanza
formal. Reglas ortográficas, uso de sinónimos y antónimos, estilo, creatividad
(para atraer al lector) deberían enseñarse para nuestra práctica profesional.
La redacción no es solo un mecanismo de transmisión de
información técnica, científica o comercial; trae siempre consigo un
pensamiento, ayuda también a desarrollarlo, y que, como decía el filósofo, es
parte del conocimiento científico.
En la redacción de una empresa es importante mejorar
la calidad del texto. Actualmente, la
mayor parte de la comunicación en las empresas se realiza por escrito. Escribir
forma parte de las actividades que debemos realizar sin importar cuál sea el
cargo o la jerarquía que ocupemos dentro de una organización. Gracias a las
nuevas tecnologías, muchas relaciones comerciales se establecen casi
exclusivamente a través de la comunicación escrita. En este contexto, es
imprescindible que los mensajes sean correctos y eficaces.
Los problemas
Lo cierto es que no todas las personas se encuentran
preparadas para escribir. Con frecuencia, la redacción de textos desalienta a
personas que tienen muy buenas competencias para comunicarse verbalmente. Pero
cuando escriben, sienten que no encuentran el estilo apropiado, o la manera de
armar frases que expresen exactamente el mensaje que desean transmitir. Escribir mal tiene consecuencias: genera mensajes
confusos, pérdida de tiempo y malos resultados comerciales. Además, influye
negativamente en la imagen del autor y de la empresa. Los textos que producimos nos representan, y pueden
contribuir a jerarquizar nuestras tareas o, por el contrario, a su
deslucimiento.
¿Se puede aprender a escribir
bien?
Sí. La capacidad de transmitir las ideas por escrito con
claridad no es un don; se aprende mediante técnicas y procedimientos, y se
afirma mediante el entrenamiento y la práctica supervisada.
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